La noche ha llegado como cada noche, silenciosa. Como una refugiada, como una prófuga, con sus relíquias, en la hora de los ronquidos, de las luces apagadas, del silencio roto por el zzzzzzzzzz del frigorífico. Mientras tanto al otro lado del mundo es de día. Se puede decir que nunca dormimos.
Siempre estamos allí, firmes, en overdosis de movimiento, buscando alternativas, reviviendo esperanzas, luchando por ganar batallas ya perdidas, ¡venga, venga va!
Tenía razón JuanPablo el agudo, cuando me decía:
amar es lo contrario de utilizar.
Durante siete años habité
en el palacio perdido del exilio,
jugando juegos extraños
con las chicas de la isla.
Ahora he venido de nuevo
a la tierra de la feria, del fuerte, del sabio.
Hermanos y hermanas de la pálida selva
Hijos de la Noche
¿Quién de vosotros se ejecutará con la caza?
Ahora la noche llega con su legión púrpura.
Retiraos ahora a vuestras tiendas y a vuestros sueños.
Mañana entraremos en el pueblo de mi nacimiento.
Quiero estar listo.
Cuando salía de trabajar, era mi costumbre, antes de regresar a casa, ir a beber unas cervezas. Merecidas. Entré en el bar lleno de humo. Varias personas sentadas en la barra, cabizbajas, bebían y parecían revelar a las copas sus sueños de niños, sus angustias de adultos.
Aquella noche, en ese bar de mala muerte, me emborraché junto a Dios. Lo encontré melancólico, sentado en medio de borrachos, de ladrones, de chulos; él también con la mirada perdida en el vaso de whisky. En principio no lo reconocí, aunque su larga barba blanca me dio un indicio. A decir verdad, pensé en Papa Noel, o mejor dicho, en una de esas personas que en el mes de diciembre se disfrazan por cuatro sórdidos pavos, y que miserablemente se gastan en coñac. Sin embargo corría el mes de agosto y ese señor no era Papa Noel.
Era Dios.
Me senté a su lado, pedí al barman una ginebra. De reojo miraba a ese personaje que no decía nada. Un pobre viejo borracho en pijama, tal vez huido del manicomio. Él me miró y en sus ojos vi algo nunca visto en una mirada.
-Brindemos para mi gran creación: ¡el hombre! -dijo de repente con tono sarcástico, tragándose lo que quedaba en el vaso. Me habló de su proyecto que había sido un fracaso. Por este motivo todas las noches buscaba un bar en algún suburbio para beber y olvidar. Cada noche charlaba con alguien. Esa noche habló y se embriagó conmigo. Cuando el alba se aproximaba, se despidió diciéndome que no contara a nadie sobre nuestro encuentro. Entró al baño y se esfumó.
Me desperté en mi cama con el mono de la fábrica donde trabajaba puesto. La almohada apestaba a ginebra. Ese día no fui a trabajar, nunca más fui a trabajar.
– Buenos días doctor.
– Hola, ¿cómo se encuentra hoy?
– ¡De puta madre! Dígame una cosa, ¿nunca se ha emborrachado con Dios?
Dissabte estaré tocant unes cançons convidat per Oscar Ramirez Dolcet a la presentació del seu llibre INVASIÓ DE CAMP Serà al Centre d’Art Cal Massó de Reus a les 13 Entre d’altres tocaré aquesta cançó -Buscando trabajo